Hoy tuve una cita espectacular, en realidad no la esperaba, esperaba reunirme con dos amigos muy queridos, pero por cosas de la vida no coincidimos. Temprano en la mañana, Jimena me escribió para decir que su pequeño hijo estaba delicado de salud y no podría asistir, así que mi otro amigo, Héctor, a quien íbamos a celebrar su cumpleaños atrasado, me preguntó si igual nos reuniríamos o no y yo dije que sí. Salí apresuradamente de casa debido a mi exagerada puntualidad, habíamos quedado en que nuestra reunión sería un desayuno por nuestros apretados horarios, tal era mi apuro y ganas de ver a mi queridísimo amigo que, entre tanta cosa que tengo actualmente en mi cerebro, olvidé guardar el teléfono celular.
Llegué al lugar al cual habíamos pactado asistir, una linda y nueva cafetería frente al río, era la primera vez que todos iríamos a este local. Cuando llegué me percaté de la ausencia de mi teléfono y en ese momento me puse a pensar en que no estaba segura si le había enviado o no la dirección a mi amigo (no lo hice). Pensé que en tiempos anteriores no estábamos sujetos a este dispositivo y los encuentros y desencuentros se daban a cada momento y que era el momento de experimentar qué tal me iba sin estar conectada al mundo mediante un celular. Moría de hambre, esperé alrededor de 25 minutos y mi acompañante no llegó. La mesera y administradora me miraban con lástima, seguramente pensaron que era otro tipo de cita y que había sido plantada, era gracioso ver sus rostros tan desencajados y tan solidarios a la vez, fueron tan amables en hacerme sentir bien con sus atenciones.
En esa hermosa cafetería, adornada con una falsa vegetación que lucía tan real y con música ambiental diferente, me sentí muy en casa por lo acogedor del lugar. Me gusta la música cristiana, no soy muy adepta a escucharla en lugares públicos, pero en esta ocasión, sencillamente sentí que era especial. Elogié a la administradora por la música y por la atención. Como ya tenía hambre decidí desayunar sola observando al río y cómo éste arrastraba los verdes lechuguines con su corriente.
Mis pensamientos divagaron por las diversas circunstancias que tengo ahora y también por todas las bendiciones de las que soy objeto, pero los seres humanos somos así, solemos preocuparnos de más por lo que no tenemos, por lo que aún no pasa o por lo que ya no se puede remediar. Miré el local y vi el vacío, sin embargo no sentí soledad, es extraño, pero aún estando sola, así no me siento; sin embargo las tribulaciones suelen estar en la mente y no te dejan descansar. Fue el momento en que escuché una canción, una alabanza, la más bella que he escuchado: "Levanto mis manos".
"Levanto mis manos aunque no tenga fuerzas, aunque tenga mil problemas, cuando levanto mis manos comienzo a sentir una unción que me hace cantar, comienzo a sentir el fuego...Cuando levanto mis manos mis cargas se van, nuevas fuerzas tú me das, todo eso es posible, cuando levanto mis manos"

Un desencuentro con personas queridas, me llevó al encuentro más hermoso en mi corazón, salí después de desayunar con mi gran amor, con el alma renovada, al encuentro de otra amiga a seguir disfrutando de su hermosa bendición.
Te amo, gracias.
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