lunes, 13 de abril de 2020

"Y LA PESTE LLEGÓ"



Y la peste llegó, como muchos, al principio no le di gran importancia, consideraba que era una gripe sobredimensionada y con demasiado marketing, las noticias de muertes al otro lado del mundo me parecían tristes, pero pensé que nunca cruzaría el océano, que no llegaría hasta nosotros…pero me equivoqué. Pasé de criticar y considerar “adefesiosos” a los que tomaban precauciones exageradas a ser hoy en día una más de ellos, de considerar los noticieros amarillistas y alarmistas a sintonizarlos con la sola esperanza de que haya buenas noticias.

Y la peste llegó, y se llevó ilusiones de matrimonios tanto tiempo planificados (menos uno, el “aniñado”, el que celebró entre luces y oropel su unión sin importar contagiar a la mitad de los invitados, y a éstos tampoco les importó mucho ser contagiados, preferible morir a no asistir al matrimonio de la “socialité” y la prensa prefirió echarle la culpa a la paciente “cero” y callar la verdad de este suceso), se llevó sueños de recién graduados, de madres primerizas, de viajes tan planeados.

Y la peste llegó, y con ella llegaron: el encierro, las tristezas, el llanto, las despedidas sin abrazos, el adiós eterno sin apretar la mano del ser amado.

La peste llegó y trataba de buscarle un lado amable, trataba de encontrarle sentido a su existencia y me hallo con tantas explicaciones, teorías y después de ellas…la nada.

Y de pronto la nada tiene respuesta cuando veo en las noticias cosas tan hermosamente humanas, tan tristemente bellas, tan solidariamente demostradas; como aquella pequeña que tenía tanta prisa por llegar a los brazos de su madre que nació en una apurada patrulla camino al hospital, jóvenes policías de parteros, inexpertos, la ayudaban y al recibirla en sus brazos, lloran de alegría al ver nacer la vida en medio de tanto caos, adiós, muerte y desesperanza. Escucho la noticia del sacerdote que decide dejar de respirar para que al joven que lo acompaña en terapia intensiva le den una oportunidad. Observo a muchos médicos y enfermeras enarbolar su bandera, hacer real su juramento y entregar hasta la vida por aquellos que no conocen, pero saben es un hermano en sufrimiento, “héroes” los llaman, para mí lo que les falta son “alas”.  Veo policías, bomberos, agentes de tránsito…dar serenatas, aplaudirse unos a otros, darse aliento, esperanza, porque nadie sabe cuándo Dios los llamará y les dirá: “Buen trabajo, qué bien lo has hecho ¡Gracias!”

Y la peste llegó, y pensamos que de nosotros iba a estar lejana,  de pronto las noticias ya no son extrañas, muere gente conocida, el vecino, el amigo del amigo, hasta que se cierra el cerco y muere gente más cercana, alguien de tu familia, el padre de una amiga, de una hermana, entonces te sientas sin decir palabra o caes de rodillas y lloras con el alma, pides misericordia, porque el dolor te llega, lo sientes como si fuera propio y deja el corazón en llaga. Y te sientes impotente de no poder ayudar, de no abrazar, de no despedir, de no…

Llegó la peste y aunque es una dura enseñanza, la naturaleza respira, los animales salen sin temor a nada, las familias se juntan (otras se separan), la solidaridad está presente, el amor, las virtudes, la espiritualidad… Todos dicen que lo superaremos, es cierto, pero después de esto nadie será el mismo y si lo somos, no habremos aprendido nada.