Me
encontraba de viaje en una ciudad maravillosa con el amor de mi vida, él tenía
una fascinación por retratarme, quizá porque era la única forma de mantener esa
historia por siempre viva. No me había percatado hasta aquel día de su sonrisa
tras el celular cada vez que me enfocaba. Él sonreía como si la foto fuera su
retrato, pensé que era casualidad del momento, mas no lo era, en todo nuestro
viaje cada vez que me tomaba una foto, él sonreía, sentí que mi sonrisa hacía que él lo hiciera y poco tiempo después me di cuenta
que al tomar yo la foto, también sonreía y de seguro, al igual que él, siempre
lo hacía.
Desde de
aquel viaje observo a las personas cada vez que fotografían, hasta el día de hoy, a
todos los que he observado tras la cámara del celular, han sonreído, es algo mágico,
es como si la felicidad de la persona que se está retratando se hiciera propia.
He ayudado
a familias, parejas o personas que se encuentran solas a tomarse fotos,
porque en ocasiones no se quiere un “selfie”, pero no queda de otra y la persona
que toma el “selfie” por lo general sale con cara de papa gorda, creo que esa
es la razón por la que no a todos nos gusta la “autofoto”. Cuando me he
ofrecido a hacerlo, porque me encanta, porque me gusta la fotografía,
porque sé es un momento que se hará eterno, siempre tras
la cámara sonrío y me llevo todas las sonrisas de personas desconocidas y de personas
amadas en el corazón.
¿Y usted? ¿Se
ha dado cuenta si al tomar la foto también sonríe? ¡Apuesto a que sí!