Veo sus ojos y hallo un infinito amor
en ellos, toco sus manos y siento las vivencias, las caricias de antes, de
siempre. Deseo aferrarme a sus recuerdos y no escapar de
ellos, quedarme ahí por siempre, para siempre, nunca alejarme de sus pensamientos, viajar en sus sueños a aquellos lugares que no pudimos ir, que el tiempo
no nos dejó, no nos lo permitió.
El tiempo lo cura todo dicen, es
verdad, pero a más de ser un sanador, también es un ladrón que te roba vivencias, esperanzas, sueños... pero no el amor, porque no puede, porque es imposible cuando éste es puro y
verdadero, porque el amor vence las barreras del olvido.
Hoy mi madre no me ha reconocido y ha
sido una daga profunda, dolorosa; sin embargo, aun en sus momentos de
ausencia, ella me mira con sus ojos llenos amor, sabe que me ama, aunque me confunda, aunque no
me recuerde. Su mente se va, viaja a aquellos momentos de su infancia, de su
juventud, momentos que la hicieron tan feliz. Me pide como una pequeñita indefensa que la lleve a ver a su
mami, que la busque, que la traiga, que vaya por ella y yo sólo puedo decirle
que todo está bien, que su mamá tuvo que viajar a un lugar muy bonito, que le
ha dejado un beso y el mensaje que la ama con todo su ser, cree en mí, cree en
lo que le digo y sonríe, sus ojos se iluminan y los míos también. De pronto, creo que me recuerda, me mira, me abraza, cantamos juntas y
en ese momento mágico entre las dos le pregunto: ¿Quién soy? … duda, ríe nerviosamente al
tiempo que me contesta con felicidad que soy su hermanita menor, sonrío con
amor, mi corazón entristece. Tomo sus manos, las beso con dulzura, ella sonríe
con sus ojitos llenos de luz y ante su hermosa sonrisa, pongo sus manos sobre
mi rostro y sólo le puedo implorar: "Mami, por favor, no me olvides".