
Hoy fui a "Mi Comisariato" caminando, fui a comprar unas palanquetas para brindar mañana en una reunión de trabajo. Al salir de casa apenas chispeaba, casi nada, gotas minúsculas, estando ya en la acera regresé para sacar la basura con ayuda de papá, él me preguntó si llevaba llave de la casa y le aseguré que sí. El comisariato queda prácticamente diagonal a mi hogar, así que era sólo cuestión de esperar el cambio de luces de los semáforos, cruzar la avenida, llegar a mi objetivo: "Mi Panadería" y regresar, sólo cuestión de minutos. El amable señor de la panadería me preguntó si ya estaba lloviendo, respondí que no, que sólo chispeaba, al momento que el señor detrás de mí, dijo: "No, afuera ya hay un diluvio", miré sorprendida por la ventana, no se equivocaba, llovía copiosamente, como era de imaginar, no tuve precaución y no llevé paraguas, así que con pan en mano (bien enfundado, eso sí) decidí disfrutar el breve cruce de la avenida y gozar cada gota de lluvia que caía, porque el "agua santa" es mágica, te limpia el "aura", el alma. Literalmente me empapé y no paraba de sonreír, todo el mundo corre cuando la lluvia sorprende, yo decidí deleitarme en ella. Crucé el primer lado de la avenida sin prisa, pasé la estación de la Metrovía y me detuvo el siguiente semáforo. Mientras esperaba el cambio de luz vi una figura familiar ¡Era mi padre! con su débil, pero apresurado paso avanzaba angustiado cubriéndose con el paraguas, me buscaba entre los transeúntes para protegerme de la lluvia, para cubrirme y llevarme a casa. Crucé la calle, me vio empapada y reímos a carcajadas. "Te amo" -Le dije- y me abrazó. Él, extrañamente, nunca ha podido decírmelo, de hecho, somos "palo con piedra" casi todo el tiempo. No necesita decírmelo, puedo sentirlo, lo sé. Regresamos abrazados, ya con el paraguas de lado, total, él quería también recibir "el agüita santa", también quería volver a sentirse niño como yo.
Él siempre será mi superhéroe, aun así los años hayan sido su criptonita. Yo siempre seré su niña, su pequeñita, no importa qué tan vieja esté. Días como hoy, me demuestran que la felicidad está aquí, ahora, en su angustia por protegerme, en la risa de nuestro abrazo, en la ternura de sus ojos, en su eterno afán de protección...aunque seamos tan "diferentemente iguales" por siempre te amaré, papá.