La experiencia mía y de seres
queridos me ha dado la certeza que nunca podemos estar seguros de nada. ¿Les ha
tocado aceptar alguna vez que aquello que nos llena de satisfacción y felicidad
no suele ser eterno? Me refiero a que hoy puedes gozar de espléndida salud,
prosperidad, amor, una vida deseada, la educación anhelada y de pronto…la nada.
Todo llega junto, cuando lo bueno se presenta es como un engranaje, todo marcha
de maravilla y es el momento en que nos sentimos plenos, sentimos que nada malo
nos puede pasar, somos dueños de todo, nuestro estado de ánimo suele ser por lo
general muy plácido, ya que el presente es inefable, y a pesar de todas esas
maravillas no olvidamos agradecer por nuestras bendiciones. Pero, para algunos,
a pesar de las diarias oraciones y bendiciones, de repente todo aquello que
forjó se viene abajo, el trabajo, el amor, la salud y parece una burda broma de
Dios y del destino que aquel bienestar nos sea arrebatado. Y es tan raro que
cosas malas nos ocurran aun siendo agradecidos y no comprendemos por qué ocurren
en nuestras vidas acontecimientos que creemos no merecer.
Los ladrones, llamemos a estos,
los simples ladronzuelos de barrio, que te acorralan y te quitan aquello por
lo que trabajaste y ahorraste, llamemos ladrona a aquella enfermedad que te
quita la energía, la vitalidad, llamemos ladrones al tedio y a la costumbre en
tu matrimonio, o a la soledad que te roba la esperanza y a pesar de todos estos
usurpadores de tu felicidad, tú no dejas de alabar y dar gracias. Sin Dios no
es fácil aceptar que las cosas de tus manos se vayan, pues casi siempre
olvidamos que “Él es quien hace la herida y la venda, el que hiere y la cura
con su mano” Job 5, 17-18
¿Cómo puede ser posible que el
esfuerzo de mi trabajo alguien que se droga me lo arrebate o que absurdamente
pierdas la billetera con el dinero dentro o que prestes tu firma para una
garantía y te defrauden? ¿Cómo puede ser posible que tus manos alaben, hagan
música para Dios, ésta sea tu sustento, trabajes en ello, eduques a
generaciones y en tu madurez estas tiemblen al son del Parkinson y no te dejen
continuar trabajando en lo que más amas?, sin embargo, sigues alabando y sigues
dando gracias. ¿Cómo es posible que aquel matrimonio de tantos años se venga
abajo, porque uno de ellos del otro está cansado? Y a pesar de ello, el que se
queda, el que más ama, sigue bendiciendo y alabando. ¿Cómo es posible que, en
vez de frustración y desesperación, en tu corazón haya esperanza?
Y es entonces que viene a mi mente,
Job. Él, mi héroe de la Biblia con su emblemática frase: “Dios da, Dios quita” y es ahí que con su ejemplo aún en la
tristeza por lo perdido, en la incomprensión de la pérdida, nuestras manos
sigan alabando, orando, bendiciendo y dando gracias, no sólo por lo material
que se ha ido, por la salud que se pudo haber quebrantado o por la soledad que
se ha quedado. Aprendemos a bendecir cada cosa o persona que hemos perdido,
porque también perder es bendición, también perder es riqueza si tienes la
convicción que Dios tiene todo bajo control,.
Dios da, Dios quita…amén Señor.
“Una esperanza guarda el árbol: si es cortado, aún puede retoñar, y no
dejará de echar renuevos” (Job 14, 7)