miércoles, 23 de julio de 2014

"TERMINATOR" Y YO




Observando la película Terminator “La salvación”, con uno de mis actores favoritos: Sam Worthington, me he vuelto a enamorar de esos ojos azules que me quitan la razón. Y ahora no sé, si escribir de la película o de mi amor platónico lol. En realidad quisiera analizar un poco el mensaje que esta película acaba de dejar en mí (además de dejarme más enamorada que nunca de este maravilloso actor de ojos color cielo) en esta noche de insomnio.

Como ustedes ya saben es una película que juega con el presente, pasado y futuro. No quiero entrar en la sinopsis de la película, pero sí en el mensaje que una obra del séptimo arte nos puede dejar.

Una historia en la que el protagonista piensa que si los seres humanos nos comportamos como máquinas, no tiene sentido querer acabar con el dominio de ellas. Una historia en la que el “Terminator” tiene sentimientos humanos y me pregunto: Cuántas veces nosotros hemos actuado como máquinas, autómatas, a veces hasta sin sentimientos, ya que por el trabajo solemos olvidar a las personas que amamos, y cuántas veces una máquina tiene la función de nuestra memoria y corazón, que tiene que recordarnos el cumpleaños de un ser querido o ayudarnos a buscar una tarjeta cibernética ya escrita, porque ya no tenemos tiempo para pensar y decir todo aquello que está en nuestro corazón. Hace cuánto tiempo no escribes una carta con tu puño y letra (yo aún lo hago y me encanta) Hace cuánto tiempo dejamos escapar esa parte humana nuestra para dársela a una máquina, a un recordatorio artificial.

“Quiero encontrar al que me hizo esto” dice Marcus, el robot cuyo cuerpo humano fue donado a la ciencia para crear al “Terminator”.  Yo también quisiera encontrarlo, y decirle que un “like” no significa “te quiero” “te extraño” “te amo” “me gustas” que el Whatsapp no une grupos, los desintegra, que no hay mejor cosa que la palabra, que la persona, que el "tú" y el "yo".

En la película John O’Connor Dice: “Si nos vamos a comportar como máquinas, no tiene sentido luchar contra ellas”. No creo que la humanidad llegue al extremo de ver su vida en riesgo por un robot, pero sí veo el peligro de comportarnos como tales y que esto desmiembre familias, noviazgos, amistades, por la frialdad de un correo, de una pantalla, de un teléfono.

No estoy para nada en contra de la automatización, de hecho, la amo; las redes sociales me han ayudado a encontrar amistades que creía haber perdido, pero lejos del Skype, del whatsapp, del Facebook, para mí lo hermoso fue reencontrarlas en persona nuevamente y poderlas abrazar y demostrar lo importante que fueron, son y serán en mi vida.

Que la tecnología sea un instrumento para continuar nuestra vida humana, que los sentimientos se los sigan expresando mirando a los ojos, tocando las manos, no con íconos, stickers, figuritas… sino con tarjetas de verdad, con besos de verdad, con cartas de verdad. Demos un vistazo hacia atrás y observemos también lo que hubo de bueno en otras décadas. Yo aún me deleito cuando llega correo  a casa, debo admitir que casi nunca, porque más fácil es enviar un email.  Cómo serían esos amores de antaño? cuando las cartas demoraban meses en arribar y la persona esperaba fiel y enamorada al amor de su vida.

En fin, una tonta reflexión quizá es lo que me ha dejado esta película, que debo admitir si no fuera por Sam Worthington, no la hubiera visto. Pero así es el amor, entre suspiros observé a mi amor platónico representar a una máquina con sentimientos humanos. Y me pregunto, cuántos van por la vida de esta misma manera, viviendo como máquinas, como humanos sin corazón, como robots de carne y hueso.

Y termino con una frase de John Connor: “Somos nosotros quienes hacemos el destino” Así que amigos, no importa si las máquinas llegan a dominar el mundo, mientras quede un pequeño rastro de humanidad en nosotros, habrá un hermoso futuro por vivir.